lunes, 31 de enero de 2011

Las estrellas: fabrica de los elementos químicos

Origen de los elementos

El cambio climático

Alicia Mara Villa

El tema de hoy es el cambio climático, todos son expertos y nadie tiene dudas. Por distintas razones ideológicas pero el discurso del cambio climático a todos acomoda. Muchas personas piensan que es la consecuencia de la maldad intrínseca del hombre y los de espíritu izquierdista creen que se debe al capitalismo salvaje.

Nuestro planeta tiene una antigüedad de casi cinco mil millones de años. La vida surgió hace casi cuatro mil quinientos millones de años y desde entonces el clima del planta ha cambiado sin cesar a lo largo de eones, que se dividen en eras y estas a su vez en periodos. Se suceden a lo largo de la historia del planeta los climas calidos y los climas fríos. Por lo que hablar de cambio climático en términos apocalípticos es excesivo. En todo caso, debe hablarse de calentamiento global.

Se nos dice que la mayoría o todos los científicos están de acuerdo en que el planeta se esta calentando, que la temperatura promedio de la Tierra se incrementó como 1.6 grados Celsius en los últimos 100 años y que a este ritmo en pocas décadas viviremos un cataclismo climático y en consecuencia la vida toda o al menos la de nuestra especie llagará a su fin.

Pero cada día la diferencia entre las temperaturas mínima y máxima puede ser de 15 a 25 grados Celsius, por ejemplo, en la Ciudad de México. La posibilidad de hacer predicciones climáticas con precisión aceptable no pasa de una semana, por lo que debería llamar la atención que se insista en que los modelos matemáticos predicen glaciaciones y otras desgracias para las próximas décadas.

Contamos con información de la temperatura ambiental desde hace apenas 150 años y de muy pocas regiones del mundo. Las mediciones climáticas son más antiguas, abundantes y precisas en los países desarrollados, que como se sabe representan territorialmente una fracción pequeña de la superficie terrestre. Se cuenta con información más abundante y generalizada de pocas décadas. Muchas estaciones metereológicas fueron absorbidas por las ciudades y en consecuencia se encuentran en el llamado efecto isla de calor asociado a las ciudades. Y para colmo prácticamente desconocemos la evolución de la temperatura ambiental en los océanos, pues en ellos no había estaciones metereológicas.

Cuando se mide la temperatura del aire al nivel de la superficie terrestre los datos indican que en promedio la temperatura ambiental se esta incrementado. Estas medidas son validas sólo para el entorno inmediato al termómetro.

Si la temperatura del aire se calcula midiendo cómo absorben la luz los gases atmosféricos desde satélites, la cosa cambia. Las mediciones satelitales permiten conocer la temperatura del aire de zonas mayores a las obtenidas con termómetros terrestres y conocer la temperatura del aire en los océanos, pero contamos con datos de sólo medio siglo y los resultados no indican que el planeta se este calentando.

Por esa contradicción, se recurre a incorporar información complementaria como la salud de los arrecifes coralinos, el pH del mar, la concentración de gases de efecto invernadero, etc. Pero en todos los casos los datos con que contamos en relación a la situación ambiental antes de surgimiento de la industria, son escasos, nulos o mera especulación y en consecuencia la comparación está poco sustentada. Se están reuniendo datos sobre el clima y la composición atmosférica a partir de sedimentos y hielos perennes, pero aún tienen un alto grado de incertidumbre.

Pero, aun cuando se estuviera calentando el planeta habría que dilucidar por qué esta ocurriendo eso y si lo hace a una velocidad mayor a la normal. Habría que descubrir si el calentamiento se debe a las actividades humanas o es parte de los cambios sucesivos del clima del planeta. Sin embargo, se afirma categóricamente que el calentamiento es acelerado y que no hay dudas del origen antropogénico del calentamiento global.

El discurso dominante insiste en que todas las dudas están resueltas: el clima esta cambiando, el planeta se calienta como consecuencia de las actividades humanas que liberan a la atmósfera un exceso de gases de efecto invernadero. No niego la posibilidad, ni que abunda la información que apunta en esa dirección, pero presenciamos un ejemplo del uso político e ideológico que puede darse a la información y a la ciencia, para generar certezas, crear verdades absolutas, hacer ambientes totalitarios, excluyentes y fundamentalistas.

No es casual que el cambio climático y la escasez de agua (en un plante cubierto de agua) sean casi los únicos consensos globales, todos mundo esta de acuerdo, todo mundo debe estar de acuerdo.

El discurso del cambio climático es la falacia con la que el capitalismo pretende ocultar que esta llevando al mundo al colapso, pero entraña al mismo tiempo el reconocimiento de que estamos al borde del abismo.

Se pretende descargar las responsabilidades en el modelo de desarrollo para exonerar al sistema de producción. En otras palabras, no es el capitalismo explotador, depredador, derrochador y contaminador, sino el consumo de hidrocarburo lo que esta matando al planeta.

Al mismo tiempo es la justificación perfecta. No es que la gente este empobrecida, que la necesidad la obligue a asentar su vivienda en las márgenes de ríos, que no puedan pagar un seguro contra desastres, etc. Todo es culpa del cambio climático, los gobiernos nada tienen que ver. El neoliberalismo no tiene la culpa es el cambio climático.

Todos los problemas podrían resolverse, se nos dice, modificando el patrón de consumo de energéticos, sustituyendo hidrocarburos por energéticos menos contaminantes o energías limpias. Al hacerlo podría continuar la “natural” evolución del capitalismo, es decir, el crecimiento económico indefinidamente, la acumulación y concentración de capital. No habría razón para dejar de explotar a las personas y desequilibrar a la naturaleza. Porque una vez resuelto el problema del cambio climático (revertido o cuando menos frenado) todo lo demás vendrá por añadidura.

Así pues, no hace falta acabar con el capitalismo, hace falta salvar al planeta. La pobreza no es, según este discurso, el problema central y principal origen de la contaminación y el desequilibrio ambiental. Salvemos al planeta y de la humanidad luego nos encargamos.

Pero la cosa es al revés, no hay posibilidad de salvar al planeta sin salvar a las personas. Es el capitalismo, no la humanidad, lo que esta degradando el planeta.

Este discurso del cambio climático, además de falaz, resulta fundamentalista pues cualquier disidencia es aporreada y declarada imbecilidad, ignorancia o mala entraña. No hay posibilidad de debate, porque simple y llanamente esta demostrado científicamente. Además, las evidencias diarias lo demuestran. Aquí se usa cualquier cosa como prueba. Hace un lustro llovió poco y la escasez de lluvia demostraba el cambio climático, este lustro ha llovido mucho, el exceso de lluvia demuestra el cambio climático. Si el invierno es frío eso demuestra el cambio climático, si el verano es calido eso de muestra el cambio climático.

Negar hoy el cambio climático es tanto como negar la inferioridad de otras razas en la Alemania nazi.

Pretender negar la contaminación y el arrasamiento del medio ambiente sería inútil y equivocado, pero asistimos al uso ideológico de este hecho para imponer un relevo en la hegemonía económica mundial. El capitalismo mundial conducido por las empresas petroleras y automotrices ha llevado al mundo a un punto de alto riesgo ambiental y social. La salida que se proponen algunos de los grandes capitales internacionales, dado el agotamiento del neoliberalismo como política de emergencia para paliar la crisis económica y sus consecuencias sociales y ambientales, es sustituir el modelo petrolero por uno alternativo, más limpio, menos contaminante y menos concentrador del ingreso, pues de seguir como va el empobrecimiento de la población mundial el problema se tornará inmanejable (ya lo es).

Por lo anterior, surgen con fuerza inusitada el discurso ecologista desde las entrañas del poder político del imperio norteamericano (“la verdad incomoda”), por ello la divulgación y la promoción del uso de energías alternativas (a la larga no necesariamente menos contaminantes y sí muy redituables), por ello el discurso sobre los estados fallidos y la preocupación creciente del Banco Mundial por la pobreza global.

Reconvertir toda la generación de energía necesaria para hacer funcionar a la industria requeriría inversiones gigantes durante varias décadas, lo que lo convierte en un excelente negocio, pero la motivación es impecable: salvar al planeta, no al capitalismo, no se mal entienda.

Existe una disputa entre los grandes grupos de capitales por conducir el capitalismo global y en consecuencia al planeta. La tendencia emergente es la que promueve el discurso del cambio climático, la preocupación por la mala distribución del ingreso, el peligro que generan la pobreza y los llamados estados fallidos y narcoestados y en general políticas alternativas a las neoliberales, que están agotadas, son ineficientes y se encuentran desprestigiadas.

La expresión política del capitalismo alternativo, como podríamos llamarle, se encuentra en el programa ambientalista y moderadamente redistribuidor de la Unión Europea, más recientemente en el programa de políticas propuestas por Barack Obama y por los acuerdos y campañas promovidos por la Organización de las Naciones Unidas.

Permiten, propician y promueven el cambio de tecnologías dominantes y del modelo de desarrollo (desplazar al petróleo), el advenimiento de las tecnologías frías de la electrónica, la computación y las telecomunicaciones, que permiten acelerar y abaratar procesos al grado de que la productividad y la ganancia se multiplican, con lo que incrementan el excedente social.

La sinergia entre los progresos en Biología y Química y los avances en miniaturización y sistemas de computo multiplican las potencialidades de ambos ramos y posibilitaron y abarataron las biotecnologías, que hoy son temidas y adoradas, sobre todo en su vertiente de organismos transgénicos.

Aunque casi nunca se dice hay miles de procesos industriales y actividades económicas que son muy agresivas con el ambiente; desde la agricultura y la minería hasta la fabricación de chips, baterías y plásticos. En casi todos los casos existe la tecnología necesaria para reducir casi a cero la contaminación, pero no se aplican porque implican una reducción directa de las ganancias puesto que incrementan el costo de producción y en el capitalismo lo importante y sagrado es la ganancia no el ambiente ni la gente.

Técnicamente no existe razón alguna para que haya un solo río de aguas negras, pero limpiar los cuerpos de agua es importante sólo a partir del momento en que es un buen negocio. Así, una decenas de unidades industriales (propiedad de unos cuantos) contaminan las aguas tanto o más que cientos de miles de viviendas, con residuos muy tóxicos, pero el tratamiento de las aguas debe pagarlo el conjunto de la sociedad. El proceso lo realizarán empresas privadas. Gran negocio. Gran preocupación por el cuidado del medio.

En conclusión, detrás del discurso ecologista con frecuencia anida el deseo de algunos empresarios de hacer negocio, lo que no descalifica al ecologismo, sí pero nos impone prudencia e informarnos para poder discriminar la información. Detrás del discurso del calentamiento global hay una disputa por la conducción del capitalismo mundial, la fracción que lo promueve se muestra más progresista y responsable. Tal vez sea correcto apoyarla, pero con conocimiento de causa; no hay que creerse todo su discurso y estar atentos a sus soterradas intenciones.